jueves, 18 de marzo de 2010

Poltrona

No es necesaria demasiada concentración. Basta con cerrar los ojos para que el aire caliente tome la forma de una mano y un respaldo. Todos los sonidos se vuelven partitura de un saludo amable. El pulso desacelera y la respiración es más consciente. Una risotada se pronuncia como una leve sonrisa... Y justo cuando mi mano intenta tomar aquélla, lastima mi hombro cubierto de piel seca y herida. ¿Sabés? No es necesario anunciar tanto a la ausencia, porque el dolor es reconfortante cuando cosas buenas se divisan. Y el calor que perdura crece, quema y no cobija.