miércoles, 3 de diciembre de 2014

"El mal empieza en las portadas. En el cine. En los videojuegos".
Julio Prado

¿Deshumanización cuál? Qué puede ser más humano - no sé, hoy no sé - que las consecuencias o la obediencia a la inercia o la desesperación, que la autodefensa grotesca y cruel y temprana, que el trueque de muñones. Los hogares son los negros. Qué digo, ¿hogares? Las jaulas más cálidas. Terriblemente oscuras. Retorcidas desde el abandono como la cara de la violencia omnipresente. La tristeza que desde la tinta y las brasas nos vació el abdomen y nos aplastó los pulmones la masticó y la escupió, quizá, un padre que le pareció una fantástica idea comprar juguetes para jugar a la segunda maldita guerra mundial, y las peleas de zompopos.  - Al perro se le patea para que deje de ladrar.- Vos niña, andá ve a quién más jodés, hay partido en la tele.- El coliseo es ahora la calle, la barbarie vomitó en la esquina de tu casa y es todo un espectáculo. ¡El fuego, la hecatombe, las córneas quemadas nacieron del abandono mismo! La crueldad tiene hambre y se alimenta de ombligos y la niña-mujer que caminaba hacia su muerte ardía desde hace años en odio y en no entender una mierda. Nadie entiende una mierda. Yo no entiendo absolutamente nada, a setecientos cuarenta y dos niños que caminaron por la banqueta sucia y vieron la evidencia impresa se les oscureció el alma sin que lo supieran, sin sentir náuseas, y tampoco entienden una mierda, así que estandarizan la miseria y caminan sin saberlo hasta ahogarse en el fango de la consciencia masiva y fantasmal que los trajo a esta tierra. No, ahogarse no: con el tiempo desarrollan branquias y respiran glutinosamente dentro del fango más pútrido, pero respiran. Ellos no tienen la culpa, no, no tienen la culpa. Señora, guarde su puta tablet: oiga lo que el nene jamás aprenderá a gritar. Oiga, quizá la esperanza esté en usted. El pesebre de la locura es la casa erguida sobre las relaciones que nacieron muertas - ultimadamente forzadas a vivir -, sobre el primer golpe o la primera caricia  paterna-vaginal, sobre la tristeza y la codependencia y las fotos de las portadas de periódicos, sobre los corazones rotos y qué más se yo, qué más se yo. Solo sé que ESTO no es normal, no, por favor, nada de esto es normal.

Ana Gris

sábado, 26 de julio de 2014

Porque eso es exactamente lo que necesito: un río incandescente desde los ojos que me reviente las heridas y que transmute las cicatrices. La impotencia ante lo innegable, la turbulencia de la ciudad, los semáforos y la aglomeración. Todo el sudor, el componente amorfo y apático y la náusea complaciente del aquí vivimos, del no hay ni mierda que hacer, de la decadencia y el desorden. Del dame lo que tengás canchita, apurate que te vuelo los sesos. De la ciudad convulsa, hipócrita y desordenada, que no puede soportar la carga ni de la desesperación ni de la esperanza misma, pura cacofonía, la pobre ciudad indefensa. Pura mugre acumulada en un océano de seres inhabilitados a cambiar un poco el orden de las cosas, hambrientos de oscuridad excretando apenas sus narices fuera del fango, de moho y de tristeza. Sumergidos en su miseria incurable, ineptos sin solución alguna o ahogados en paliativos complacientes-somníferos-embriagantes, que cuando vienen a ver ya los han hecho un poco más viejos y mucho más infelices, con cáncer o efisema pulmonar, consecuencia de sus carencias o falta de amor o de la quizá culpa de los otros, del no tomar en propias riendas el destino y reflejar no-vida en sus descendientes. O la apatía, o la deferencia. La ciudad es el fárrago más convulso, la colisión de todos los abismos. Esta ciudad está diseñada para la putrefacción intrínseca, la miseria condensada, el sentido más estancado de la evolución. Nosotros somos las bases del muelle putrefacto, estamos destinados a decir sí - condescendiente -, sí - obedecerle -, sí - sino por mula lo mataron- , el ruido nauseabundo del plomo retorciéndose en el instante justo cuando todo deja de tener sentido. Estamos en la boca de la destrucción y la calma frágil y falaz no puede ser más latente. La costumbre y la comodidad y la ciudad que se vuelve el lugar idóneo para que florezca el miedo y la incongruencia. El decir sí, el decir sí ante toda la injusticia e idiosincrasia generalizada, la pseudodenuncia y la resignación. Las estrellas desgastándose queriendo o intentando alumbrar algo distinto, pero no hacen más que brillar sobre los ojos impotentes abiertos e inertes sobre la avenida.

Ana Gris

sábado, 5 de julio de 2014

esta angustia demanda ATENCIÓN
en este momento
es insistente la muy maldita
me acosa y es obscena
sobre mis brazos a cada instante
más fría
presiona contra la parte anterior
de mi cráneo
presiona presiona presiona
presiona
presiona con tanta fuerza
que no creo poder evitar
que
me
aplaste
el cerebro

esta angustia demanda SOLUCIÓN
y no sé siquiera que más decirle
ya le dije que deje que el tiempo pase
pero me coge de la nuca
y del pellejo me eleva con furia
y me va a arrancar la piel
sonidos de succión en la cervical
me va a destazar la piel
la angustia me hace sangrar por dentro
la angustia me hace sangrar por dentro
la angustia me hace golpearme la nuca
con todas mis fuerzas me hace golpearme
es demasiado gruesa y demasiado flexible
no no se revienta con facilidad
la sangre responde y empuja histéricamente
la piel se revienta
y la nuca cruje
¿oíste?
cruje

V.

cada cosa nueva,
página,
abrazo,
es atemorizante.

y nada enriquece más.

vos sabés bien
que con cada charla crezco un poco
y escarbás otro poco.

nada más aterrador que despertar en un bosque
entre hojas en blanco.

el problema es la sorpresa de la transición.
no podés preparte
ni construir otras sendas
sólo ver hacia atrás
y no lamentarse de nada,
ni del humo,
ni de la violencia,
ni de lo excéntrico,
ni del azúcar,
de nada.

con esto: honesta como antes y como siempre;
decidí ahora si te pierdo o no.

vos sabés bien
que si te quedás te ofrezco todas las hojas en blanco del mundo
para que nos aterroricemos
juntos.