domingo, 25 de enero de 2015

Profesía de la respuesta infame

Globos oculares negro mate y hocico salivando algún tipo de advertencia fútil y pestilente. Una llamarada urgida y caótica sale de la coronilla de la criatura. Volátil, ruda, pedante y cruel: a la piel se le puede roer con fuerza pero jamás desprender. Por las venas de la bestia corre el ácido que quedó del más absurdo naufragio, dedos de garfio sin uñas, hace tiempo se las desprendió la ansiedad. Escupidas con sangre surgida de su propia lengua deformada por los gritos y reclamos venidos desde la fibra más antigua de su ser. De la cuenca vocal sale fuego y fango y mierda disparada con gran potencia, dirigida con ferviente ahínco a quien le hizo despertar, a quien no tuvo la culpa. Tanto asco da, da tanto asco. Su alma reside en el vórtice trivial y maternal de la indiferencia, rendida a la perdición absoluta de la identidad. Y su cuerpo le queda cada vez más pequeño, y la miseria y oscuridad de la que sobrevive le queda al cuerpo cada vez más grande. Estallará y se partirá el cuerpo en veintiún pedazos y le fundirá la cara a todo a quien esté cerca, a todo a quien se atreva a opinar.