Poltrona
No es necesaria demasiada concentración. Basta con cerrar los ojos para que el aire caliente tome la forma de una mano y un respaldo. Todos los sonidos se vuelven partitura de un saludo amable. El pulso desacelera y la respiración es más consciente. Una risotada se pronuncia como una leve sonrisa... Y justo cuando mi mano intenta tomar aquélla, lastima mi hombro cubierto de piel seca y herida. ¿Sabés? No es necesario anunciar tanto a la ausencia, porque el dolor es reconfortante cuando cosas buenas se divisan. Y el calor que perdura crece, quema y no cobija.
Hacía mucho que no te visitaba...
ResponderEliminarNo sé por qué, pero creía que no estabas actualizando tu blog.
Dicen que más vale tarde que nunca, ¿no?
Me alegra estar de vuelta por acá.
Un beso,
Pablo